Nací en Sangonera la Seca, en el seno de esta familia, de
cinco hermanos yo hago la cuarta; mi vida trascurrió en la sencillez y amor,
que envolvía nuestro hogar, en la alegría de compartir y trasmitir aquello que
acontecía en nuestras vidas.
Hubo un tiempo en la adolescencia en que me aparté de la
Iglesia, pero seguía creyendo y rezando. En ese tiempo Dios me guardaba como a
la niña de sus ojos y pronto salió a mi encuentro por medio de la Virgen María,
que, aunque aún sin yo darme cuenta, Ella, con primor, me protegía de las
sedaciones del mal.
A los 19 años tuve ese encuentro personal intimo con Jesús,
a través del rezo del santo rosario, en el Santuario de la Fuensanta. La Virgen
iba gestando la vocación en mi corazón, por medio d estas gracias espirituales.
Habiendo en mi alma un cambio más profundo y comprometido
con mis raíces cristianas. Incorporándome a un movimiento llamado “Examen
Ascético Místico”, viviendo en la una vida de piedad.
Y así fue trascurriendo un periodo de tiempo, donde tenía a
Jesús, pero nada me satisfacía, había un vacío interior, en el que podía
experimentar una pregunta: “¿Qué quieres, Jesús, de mí?”.
Es en ese momento cuando me comunicaron que hiciera una
convivencia vocacional en el Monasterio de Justinianas de Murcia, fue un 29 de
noviembre de 1986, y a partir de ese día, Jesús fue dando a mi alma, esos
toques divinos en unión de amor. El 8 de diciembre, día de la Inmaculada, sentí
una luz interior, una presencia en mía alma tan profunda de su amor a hacia
mía, de pertenecer sólo al Él, y para siempre. El día 12 de ese mismo mes, deje
mi casa, a mis padres, hermanos, sobrinos, a toda la familia que tanto amaba, y
a cuantos de una manera u otra se relacionaban conmigo. Fueron unos momentos
cruciales, en el que me deposité del todo el Corazón de Cristo y confiando en
Aquel que me llamaba.
Pasé los umbrales de este monasterio, fui acogida por la
Abadesa, madre Mercedes y todas las hermanas de la comunidad, se hizo en un
acto en el que se cantaba la salve a la Virgen y con la imagen del Niño Esposo
al otro lado del claustro.
Este sí, el hágase tu voluntad, se ha ido pronunciando con
María y en María, a lo largo de estos años, en un acto de amor renovado en
acción de gracias, en el que sólo puedo decir: “¿Cómo pagaré al Señor todo el
bien que me ha hecho?”, entregando mi vida, a Cristo, a la Iglesia, y a las
almas.
Doy gracias de todo corazón a Dios, por haber tenido al
sacerdote D. Miguel Conesa como director espiritual, hasta que el fue llamado a
la casa del Padre. Doy gracias por cuantas almas ha puesto en mi vida, por las
que ha sido posible realizar su obra en mi vida consagrada y se siga
manifestando su misericordia hasta alcanzar la patria prometida.
A todos vosotros os digo que no tengas miedo de venir y
experimentar la llamada que Cristo nos hace. Amad mucha a la Virgen María, Ella
es la Medianera, para alcanzar a Cristo.
Sigo contando con vuestra oración y vuestra cercanía. En
unión de oraciones
Sor Joaquina Martínez Ortín.