Mi vocación
religiosa surgió de una forma inesperada. Conocía la revista “Mundo Negro”. Un
día me decidí a escribirles, y me contestaron las misioneras comboninas. Me fui
a conocerlas a Madrid y allí me quedé con ellas. Hice el noviciado en Italia,
me formé como enfermera y al poco tiempo me destinaron a Egipto durante un año.
Luego volví
a Italia para continuar mi formación y me destinaron a Mozambique donde he permanecido
durante 50 años. He estado en varias misiones dentro de este país y la última ha
sido la misión de Chipene, en la Diócesis de Nacala, al norte del país, donde
he llegado a estar 30 años.
Al llegar a
Mozambique comencé a trabajar en un hospital, este era de nuestra Congregación,
pero más tarde el gobierno lo nacionalizó. En 1974 comenzó una guerra muy
fuerte, que duro 16 años, mataron a mucha gente, incluso llegaron a matar a una
misionera comboniana y a un padre, también comboniano. Estos sucesos, parecían
más bien cosas accidentales, ni mucho menos la realidad que hemos vivido
últimamente y en especial el pasado mes de septiembre, cuando destruyeron
prácticamente todas las misiones de extranjeros de la Diócesis de Nacala.
La paz
terminó hace unos 5 años, cuando comenzaron los grupos fundamentalistas. Antes
vivíamos en armonía tanto con los musulmanes y con sectas, que las hay de
muchas clases. Incluso he visto cómo dentro de una familia se practicaban
distintas religiones. Yo solía ir a los funerales, y me gustaba ver cómo cada
uno, desde su sitio, rezaba según su fe, había unidad y respeto entre todos.
Pero los
grupos guerrilleros actuales son totalmente diferentes, y así lo comprobé el
pasado 6 de septiembre cuando asaltaron la misión, asesinaron delante de mí a María
de Coppi, hermana de mi comunidad, y a mí me llegaron a coger por el cuello. Estuvieron
toda la noche destruyendo la misión. Uno de los asaltantes me dijo: “Hermana
¿no me conoces?”. Yo le dije que era de noche y no lo veía bien, pero él si me
conocía, me sonrió y se fue a otro lugar, y me dejaron en paz. Durante el
ataque teníamos escondidas a 14 niñas con otra hermana y, gracias a Dios, no
les pasó nada.
Nuestro
ideal, como decía nuestro fundador Daniel Comboni, es “salvar África con
África”. Para nuestra Congregación es muy importante la formación de los
jóvenes, así como que tengan su propio clero y catequistas, e incluso sus
líderes en cada comunidad. En la zona donde estaba había hasta 50 comunidades
locales. A los padres no les era posible
llegar a todas esas comunidades los domingos, por lo que esos líderes dirigían una
Celebración de la Palabra que preparaban antes en la misión. En África se tiene
sed de esta formación, se hacen muchos sacrificios para poder llegar a la
misión, se recorren incluso muchos kilómetros a pie.
Después de
tantos años de vida consagrada, puedo decir que merece la pena dar la vida por
este ideal: Dios siempre da el ciento por uno, y lo he comprobado a lo largo de
mi vida. En especial lo comprobé en el último ataque que viví en la misión de
Chipene. En esos duros momentos Dios me dio una fuerza que no pensaba ni tener.
Pasé mucho miedo, pero a la vez estaba muy serena y me dio una capacidad muy
clara de cómo actuar.
Que Dios la bendiga hermana, suya es la victoria con Cristo Jesús Resucitado y Dios bendiga a su comunidad Camboyana.
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