La
ermita a diferencias de otras, y aun teniendo una vivienda propia, nunca tuvo
un capellán residente. Pues las rentas provenientes del “Olivar de la Virgen”,
el terreno circundante a la ermita, eran insuficientes para mantenerlo. Esta situación explica que los capellanes
fuesen, a veces, religiosos o presbíteros seculares que tenían otro cargo en
una parroquia. Conocemos el nombre de algunos capellanes religiosos como Fr.
Francisco Ruiz, religioso de San Pablo Ermitaño (1604), Fr. Miguel Sánchez,
carmelita calzado del convento de Murcia (1718), Fr. Juan Gómez Pellicer,
carmelita calzado del convento de Murcia (1801-1811), Fr. Juan Fernández,
franciscano observante de San Francisco de Murcia (1816-1822) Sin duda tuvo que
haber otros muchos en tan dilatado tiempo, pues consta que era muy frecuente
que las ermitas del campo de la Diócesis de Cartagena fuesen atendidas por
religiosos.
También
se tiene referencias a varios presbíteros seculares que fueron sus capellanes.
Dada su situación geográfica, la ermita fue atendida, por sacerdotes residentes
en El Palmar, Alcantarilla, Javalí Nuevo, Alhama de Murcia, Librilla y
Sangonera la Seca.
Destacamos
a D. Alejandro García Marco, natural de Murcia, al ordenarse de subdiácono el
21 de septiembre de 1719 presentó como título para ordenarse “la
obligación de los vecinos de la ermita de Belén, de la 2ª primicia hasta 60
ducados, para decir misa los días festivos”. Fue capellán desde el año 1721, año de su ordenación sacerdotal,
hasta 1723 en que fue nombrado teniente de cura de San Miguel Arcángel de
Murcia.
Gracias
a la inscripción del 4 de octubre de 1781, que recuerda la bendición de la
vecina Ermita de Torre de Clemente, actualmente conocida como Torre Visedo,
sabemos que entre los presbíteros presentes se encontraba como capellán de
Belén a D. Juan Basques, posiblemente D. Juan Vázquez García, natural de
Alcantarilla.
Existen referencias de D. Antonio José Marín Hernández, que en 1863, siendo “vecino
del Javalí Nuevo y capellán de las ermitas de Belén y Visiedo” pidió
ser admitido a sínodo “por estar para finar las licencias que se me dieron para confesar
hombres y mujeres, predicar el Santo Evangelio y celebrar el Santo Sacrificio
de la Misa”.
A partir
de 1919, con la creación de la rectoría del Sagrado Corazón de Jesús, conocida
popularmente como “Ermita Roca”, se encargan de la ermita de Belén los curas
rectores de ella. A finales de 1947, D. Ildefonso Carrillo, rector del Corazón
de Jesús, debido a su avanzada edad deja de celebrar misa en la ermita.
Entonces un grupo de feligreses se dirige al Obispo de Cartagena solicitando un
nuevo capellán. El Obispo responde dando las licencias oportunas a los padres
franciscanos del convento de La Merced de Murcia, señalando que sea “sin
perjuicio de los derechos parroquiales”; esta licencia tendría que renovarse
anualmente.
En estos
años, según el Libro Antiguo de Mayordomos, vemos cómo el culto era atendido
eventualmente por otros sacerdotes: así aparece la visita de 1951 y 1953 de
unos misioneros, y en este último año también encontramos al Sr. Cura del Campo
de la Aviación. A partir de 1954 los rectores del Sagrado Corazón volverán a atender
la ermita. El 23 de enero de 1969, el Obispo de Cartagena D. Miguel Roca en la
Visita Pastoral que realiza a la rectoría también hace la inspección oportuna. Será
a partir de la década de 1980 cuando los párrocos de Librilla comiencen a tener
una presencia más activa, hasta encargarse totalmente de la capellanía de la
ermita.