Instrúyeme, Señor en tus leyes (Sal 118)

sábado, 4 de julio de 2015

Mi testimonio sobre Lourdes

Alguna vez oí, sin prestar mucha atención, algo sobre las peregrinaciones a Lourdes. Pero lo cierto es que hasta que el párroco Don Francisco comentó la posibilidad de ir allí en nuestra parroquia jamás había pasado por mi cabeza la idea seria de ir a Lourdes.
            La idea maduró lentamente, al principio no terminaba de verme allí y además tenía siempre en mente el problema de mi trabajo. Cómo delegar en mi familia el reparto del pan, etc. Pero como era de esperar mi familia reaccionó como de costumbre y lejos de ponerme pegas me apoyaron, ofreciéndose a suplirme en la panadería, entendiendo que aquella era mi ilusión a la hora de viajar.
            Por parte de mis amigos también tuve que soportar algún que otro chiste, en general todos con buena intención, pero en el fondo sé que respetaban mi decisión y que al fin y al cabo, si me hacía feliz, la apoyarían.
            Conforme pasaban los días, se aceleraban los preparativos, la emoción fue aumentando y los nervios, y la ilusión. Hasta que llegó el día esperado…la partida a Lourdes. Un viaje a algo nuevo, a una forma diferente de vivir la fe de los hasta ahora conocido. Y todo ello lo hacía rodeada de amigos, de hermanos de mi propia parroquia, de mi pueblo, parte de mi gente. No sabría explicar el cúmulo de sentimientos que me embargaban…nerviosismo, emoción, ilusión…salíamos, me iba, era cierto…allá vamos Lourdes.
            Parada frente a la imponente imagen blanca de la Virgen una sensación invade fuertemente mi ánimo…Paz. Paz conmigo, en mí.
            Lourdes significó para mí un encuentro conmigo misma, con una parte de mí muy personal y que algún amigo definió en un mensaje…vocación de servir, de dar a los demás. Llegar a Lourdes e implicarte te lleva a hacer cosas que no logras explicarte, que no creías que pudieras hacer. Sales de la rutina de tu vida diaria y te metes de lleno en un mundo en el que comienzas a dar, a servir, en definitiva a amar al prójimo, al necesitado. Y esa rutina que has abandonado se te olvida, es como digo otra vida, otro mundo. Das, sirves, te entregas y al terminar la jornada –esa primera jornada llena de nervios de principiante, sin saber bien qué hacer y cuando- de nuevo esa sensación….de paz.
            Deseas que llegue el día siguiente para volver a servir, ser útil, amar porque en cada servicio en cada acto de entrega a los demás recibes una sonrisa, una palabra de agradecimiento, un gesto que te da paz y aliento para seguir entregándote.
            Ver a los enfermos animados, ilusionados, con gestos de agradecimiento y felicidad, con los ojos pletóricos de fe y brillantes de ilusión sirve de alimento para el espíritu, de impulso para trabajar y ejemplo de superación de los pequeños problemas que nos aquejan en nuestro día a día. Lourdes es sin duda un monumental cargador de batería divina.
            Los mensajes de apoyo de mis amigos en España, de mi familia, la gente maravillosa que allí conocí, las amistades sanas que Dios y la Virgen colocaron en mi camino esos días, hacen de mi experiencia en Lourdes, un momento único en mi vida.
            Una experiencia de fe y de servicio a los demás que me trajo una Paz que espero, deseo y sé que volveré a repetir, Dios mediante.
           
           
                                               Toñi Mengual López.