Alguna vez
oí, sin prestar mucha atención, algo sobre las peregrinaciones a Lourdes. Pero
lo cierto es que hasta que el párroco Don Francisco comentó la posibilidad de
ir allí en nuestra parroquia jamás había pasado por mi cabeza la idea seria de
ir a Lourdes.
La idea maduró lentamente, al
principio no terminaba de verme allí y además tenía siempre en mente el
problema de mi trabajo. Cómo delegar en mi familia el reparto del pan, etc.
Pero como era de esperar mi familia reaccionó como de costumbre y lejos de
ponerme pegas me apoyaron, ofreciéndose a suplirme en la panadería, entendiendo
que aquella era mi ilusión a la hora de viajar.
Por parte de mis amigos también tuve
que soportar algún que otro chiste, en general todos con buena intención, pero
en el fondo sé que respetaban mi decisión y que al fin y al cabo, si me hacía
feliz, la apoyarían.
Conforme pasaban los días, se
aceleraban los preparativos, la emoción fue aumentando y los nervios, y la
ilusión. Hasta que llegó el día esperado…la partida a Lourdes. Un viaje a algo
nuevo, a una forma diferente de vivir la fe de los hasta ahora conocido. Y todo
ello lo hacía rodeada de amigos, de hermanos de mi propia parroquia, de mi
pueblo, parte de mi gente. No sabría explicar el cúmulo de sentimientos que me
embargaban…nerviosismo, emoción, ilusión…salíamos, me iba, era cierto…allá
vamos Lourdes.
Parada frente a la imponente imagen
blanca de la Virgen una sensación invade fuertemente mi ánimo…Paz. Paz conmigo,
en mí.
Lourdes significó para mí un
encuentro conmigo misma, con una parte de mí muy personal y que algún amigo
definió en un mensaje…vocación de servir, de dar a los demás. Llegar a Lourdes
e implicarte te lleva a hacer cosas que no logras explicarte, que no creías que
pudieras hacer. Sales de la rutina de tu vida diaria y te metes de lleno en un
mundo en el que comienzas a dar, a servir, en definitiva a amar al prójimo, al
necesitado. Y esa rutina que has abandonado se te olvida, es como digo otra
vida, otro mundo. Das, sirves, te entregas y al terminar la jornada –esa
primera jornada llena de nervios de principiante, sin saber bien qué hacer y
cuando- de nuevo esa sensación….de paz.
Deseas que llegue el día siguiente
para volver a servir, ser útil, amar porque en cada servicio en cada acto de
entrega a los demás recibes una sonrisa, una palabra de agradecimiento, un
gesto que te da paz y aliento para seguir entregándote.
Ver
a los enfermos animados, ilusionados, con gestos de agradecimiento y felicidad,
con los ojos pletóricos de fe y brillantes de ilusión sirve de alimento para el
espíritu, de impulso para trabajar y ejemplo de superación de los pequeños
problemas que nos aquejan en nuestro día a día. Lourdes es sin duda un
monumental cargador de batería divina.
Los mensajes de apoyo de mis amigos
en España, de mi familia, la gente maravillosa que allí conocí, las amistades
sanas que Dios y la Virgen colocaron en mi camino esos días, hacen de mi
experiencia en Lourdes, un momento único en mi vida.
Una experiencia de fe y de servicio
a los demás que me trajo una Paz que espero, deseo y sé que volveré a repetir,
Dios mediante.
Toñi Mengual López.